Tercer día. El de la lluvia. No fue mucho, pero justo tenía que llover el día que voy en coche por las curvas del Garraf. Pero bueno, al mal tiempo buena cara: llegué sin prisas para un café y se trataba de mi primer día desde la pandemia de vivir una première por la noche.
Se trataba del estreno mundial de Veneciafrenia, de Álex de la Iglesia, y pudimos contar con todo el equipo de la película para presentarla. Antes del visionado tuvo lugar una merecida María Honorífica al compositor Roque Baños, con quien De la Iglesia ha colaborado en varias películas como La Comunidad (2000), 800 balas (2002), Crimen Ferpecto (2004), Los crímenes de Oxford (2008) o Balada triste de trompeta (2010).
Y sin olvidar el regalico que nos dieron los de Sony: una máscara veneciana como la que sale en la película. También repartieron camisetas a lo loco, pero sólo para las primeras filas. Sea una cosa u otra…DETALLAZO.
El equipo de #Veneciafrenia de fiesta repartiendo camisetas. #Sitges2021 pic.twitter.com/O4zBc1YEK9
— Alex Baldoví (@Alexbaldovi) October 9, 2021
¿Y luego? La bruta The Sadness en sesión Midnight X-Treme en el Retiro con presencia de su director Rob Jabbaz. Y sí: del Auditori al Retiro tocó ir corriendo como marca la tradición.
‘VENECIAFRENIA’, desenmascarando al turismo masivo
¿QUIEN LA HACE Y QUIEN SALE? Dirige Álex de la Iglesia (a estas alturas no hace falta decir qué películas tiene en sus espaldas) y está protagonizada entre muchos otros por Caterina Murino, Cosimo Fusco e Ingrid García Jonsson.
¿DE QUÉ VA? Una pandilla de amigos españoles viaja a Venecia para celebrar la despedida de soltera de una de ellas, pero cuando uno de los integrantes del grupo desaparece, los sucesos extraños y las persecuciones tendrán lugar entre bufones y arlequines.
CRÍTICA | Que le den por culo al turismo masivo. Eso es lo único que recordaremos en unos meses de este slasher atípico que entretiene lo justo más que llevar el sello De la Iglesia.
Pero aunque no parezca del director vasco, el reparto es bastante creíble como esa panda de amigos un poco idiotas (de la que todos hemos formado parte alguna vez), están bien dibujados y a medida que van sucediendo “cosas” (no caigamos en spoilers) el peso recae en los adecuados. No chirrían, vamos.
Estéticamente la película cumple de sobras con ese rollo gótico de la Venecia oscura y el diseño de producción es notable. Y como buen slasher las muertes son contundentes. Pero si algo sobresale por encima de lo demás es la brutalísima música de Roque Baños.
Lo malo: su final (una vez más) es precipitado y en el fondo la historia, a pesar de tener un mensaje contundente y muy remarcado con lo del ‘tourist go home’, flojea bastante. Tan flojo como el enmascarado fan de la ópera Rigoletto que irá persiguiendo a los protas.
Para acabar dos menciones especiales: 1) Al HORRIBLE y fastandfuriesco montaje y de los primeros minutos cuando los amigos bajan del crucero y 2) Los PRECIOSOS títulos de crédito homenajeando a ese cine de terror italiano.
BALDÓMETRO: No está mal (3/5)
‘THE SADNESS’, una pandemia de gore y ratos muertos
¿QUIEN LA HACE Y QUIEN SALE? Escribe y dirige el canadiense afincado en Taiwán Rob Jabbaz y la protagonizan Regina Lei, Berant Zhu y Ying-Ru Chen.
¿DE QUÉ VA? Una joven pareja intenta reunirse en medio del caos que genera un brote pandémico. La enfermedad convierte a los infectados en psicópatas especialistas en el asesinato, la tortura, la mutilación y el sexo depravado.
CRÍTICA | Vendida como “una de las películas más extremas de la historia del festival”, esta locura llena de gore te hace flipar bastante, pero por desgracia se queda a medio gas a la hora de ser el tren del horror que queríamos.
Se toma su tiempo para arrancar pero cuando lo hace notamos la peligrosidad de unos seres infectados que dejan sueltos sus impulsos y que a todos nos dejarían el culo prietísimo si nos los encontraran por la calle.
Son rápidos, agresivos, sádicos, locos, ultraviolentos y violadores. Con ello tenemos de las escenas más bestias y locas en mucho tiempo que además bailan al ritmo de un death metal ensordecedor. De hecho, Jabbaz se pasa con el exceso de música en algunos momentos, pero los litros y litros de sangre compensan la sordera.
Lo que realmente da bajona son los momentos donde no hay sangre de por medio. La narración pausada e intermitente (vemos el camino de él y el camino de ella), los diálogos que no aportan nada y las escenas alargadas como esos chicles que ya no tiene sabor, fulminarán toda la adrenalina que teníamos previamente.
BALDÓMETRO: No está mal (3/5)