Canto cósmico. Niño de Elche es diferente, y eso mola. No sabrás donde te has metido, pero el viaje merecerá la pena. Se trata de sentir, sentir cosas, muchas. Buenas, malas, desagradables, bonitas… Pero de sentir, en definitiva.
Con un hilo conductor como el de un libro de recortes, este documental nada a la usanza parece reflejar en su esencia el mismo componente que el de la música del Niño de Elche: la experimentación. Rompe con todo y roza lo inacabado.
Se trata de un viaje por lo crudo, por lo caótico, por la España más humilde, por la melancolía, por las cenizas de un pasado no tan lejano. No solo con las entrevistas y las confesiones, también a través de la composición de los planos, la luz y los símbolos, tan bellos en su dureza que hacen que no consigas apartar la mirada ni en los momentos más agrios.
Personalmente destacaría su guerra con una de las partes más humanas: el amor. “El amor es cruel y egoísta”. Solo le vale el arte, y en su caso ese es un camino lleno de sacrificios. Esa alegría triste que flota en el ambiente se acaba instalando en el corazón. Dejas de ver al artista y solo queda Francisco Contreras Molina.
Puede que no conozcas la música o la historia del Niño de Elche, uno de los músicos españoles más controvertido de los últimos años, pero su documental y todo lo que hay en él no te dejará indiferente. Canto Cósmico te quitará de los ojos los filtros de embellecimiento de la vida y te hará ver las partes más duras del proceso. Salir de lo común y atreverse a mirar a los ojos a lo verdadero de la existencia es difícil, pero sana. Sin duda alguna saldrás de la sala sintiéndote menos solo en tus miedos y en tus dudas.
BALDÓMETRO: 4/5 Buena