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Un hombre vuelve a Kaili, su pueblo natal, para intentar encontrar y recuperar a un amor perdido muchos años atrás de la que recuerda que se llama Wan Quiwen. Se mezcla alguna historia familiar y algún ajuste de cuentas en el camino. Al entrar en el cine te entregan unas gafas 3D pero te avisan que hasta la hora y diez de metraje no serán necesarias, la película está claramente dividida en dos partes.

En la primera, en la búsqueda de ese amor perdido, la narración no es nada fácil, no sabemos si estamos en el presente, el pasado, si es real o un sueño lo que estamos viendo, tampoco lo sabe el protagonista. En la segunda parte, el protagonista entra en un cine, hay un fundido en negro y empieza la experiencia en tres dimensiones.

Un larguísimo plano secuencia que recorre desde una cueva donde veremos una partida de ping-pong, callejones, una fiesta popular con karaoke en la plaza del pueblo, los billares donde encontrará a una mujer, hasta encontraremos elementos fantásticos con palas de ping-pong. Lo mejor es

Lo mejor: Dejarse llevar por la belleza de las imágenes y la experiencia extrasensorial tanto del primer tramo como del 3D y no pretender entender más allá de lo que podemos entender un sueño.

Lo peor: Imprescindible vivirla en una sala de cine.

Nota: 4/5